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Amarres: La búsqueda ante la desesperación.

Sin importar el problema, los protagonistas, los hechos y las situaciones en que sucedieron, siempre habrá alguien con la capacidad y auto-convicción para atraer, mantener, recuperar o encontrar al ser amado; por supuesto, siempre con una “módica” cantidad de por medio porque nada es gratis o, lo que es lo mismo, todo tiene un costo y más cuando se trata de amor.

Hechiceros(as), brujas(os), maestros(as) y demás hay en todo aquel sitio donde haya un pequeño o gran conglomerado humano. Su presencia es fundamental porque son quienes tienen la respuesta, los medios, los conjuros y los rezos. A algunos se les atribuyen cualidades casi divinas y otros resultan ser un enorme fraude.

El costo es variable, aunque el mínimo encontrado tanto en línea como vía telefónica fue de 200 pesos, y hay quienes cobran hasta mil 500 pesos porque dicen garantizar sus “trabajos”.

Lo cierto es que las experiencias de quienes han usado los servicios de estos “especialistas” son de lo más diverso. Es evidente que se cambiaron los nombres y algunas situaciones a petición de los propios protagonistas de los casos que a continuación se describen.

Es necesario aclarar también que no juzgamos el comportamiento o actitud de unos y otros, solo se presentan hechos para que sea usted quien forme su propio criterio a partir de la experiencia de terceros.

Un trabajo bien hecho

Alicia y Manuel sostuvieron casi tres años de noviazgo hasta que decidieron dar el siguiente paso. Esta aventura de amor rindió sus frutos y procrearon a dos hermosas pequeñas y, al parecer, todo marchaba viento en popa. Si bien el empleo de Manuel no era algo que pudiese envidiar otra persona, el joven asistente se las arreglaba y podía dar lo básico a su familia.

Sin embargo, de un momento a otro, el esfuerzo fue francamente insuficiente y, en su desesperación, cayó en la cuenta de que acá en México no podría haber mayores oportunidades para él, mucho menos con apenas el primer semestre de preparatoria en su curricula académica. La única opción viable fue avanzar más allá del Río Bravo en busca de oportunidades.

Lo discutieron en pareja y, pese a lo doloroso que pudiese parecer la situación, acordaron tomar acción. Él se fue y enviaba cada mes dinero a Alicia, al menos así fue durante los primeros 13 o 14 meses porque después las llamadas disminuyeron hasta desaparecer, al igual que los envíos de dólares.

En su desesperación, Alicia decidió consultar a una “maestra” que le habían recomendado. Ella le confirmó sus sospechas gracias a sus dotes y videncia: Manuel se encontraba atrapado en otra relación allá. ¿Opciones? ¡Claro! Nada que un buen amarre no pudiese resolver.

A los dos días de haber hecho el trabajo y haber gastado poco más de mil pesos entre consulta y materiales, Manuel se comunicó. Lloró, pidió perdón y opinión también: ¿me quedo o me regreso a México? Ella no tuvo mucho qué pensar, le pidió que volviera. “Dejó a la mujerzuela esa, dejó de tomar y me trata como a una dama, no sé qué habría hecho sin la ayuda de la maestra”.

Segundas oportunidades

Gaby no tiene empacho en reconocer su responsabilidad en el término de su noviazgo con Adrián, su novio. Sabe que ella fue la causante de la ruptura y así lo asume. En al menos tres ocasiones fue sorprendida por el joven, quien terminó por abandonar de tajo todo.

“Me dejó porque le mentí muchas veces, luego me di cuenta, me arrepentí, pero él ya no quería ni verme y me bloqueó de todos lados”.

Después de intentar reestablecer contacto en varias ocasiones sin éxito y probar un sinfín de hechizos y oraciones que encontró en internet, decidió buscar la ayuda de “especialistas”.

Consultó al menos a tres de ellos y los resultados no fueron nada favorables. De hecho no los hubo; la única consecuencia de sus decisiones fue una deuda suprema y un constante crecimiento de la desesperación porque, reconoce, amaba, ama, a Adrián.

Una de sus amigas le recomendó buscar y hacer una cita con “la señora”. Resultó ser una mujer muy amable y cordial. Lo mejor de todo fue que tres días después de la consulta, pasó lo inimaginable: Adrián le buscó, le ofreció disculpas por haberla dejado y le pidió volver a intentarlo.

“Es como si nada hubiera pasado, como si yo no hubiera hecho nada malo. Se comporta igual que al principio, estoy feliz”.

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